10 diciembre 2024

Fuerte recuperación de pasajeros en el Subte durante 2022, aunque sigue un 32% por debajo de la prepandemia

La cantidad de pasajeros transportados por el Subte creció un 142% en 2022 con respecto al 2021, un año todavía marcado por la crisis sanitaria. Sin embargo, la cifra es un 32% menor al 2019, el último año de normalidad prepandemia. La disparidad entre líneas y las razones de una recuperación a medias.

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En 2022, el Subte transportó a 222.464.163 pasajeros pagos, lo que representa un crecimiento del 142% con respecto al 2021.

Se trata de una fuerte recuperación con respecto a ese año, en el que las cifras de pasajeros transportados por la red habían quedado muy afectadas por la pandemia de COVID-19.

El crecimiento no fue uniforme en toda la red. Con cifras superiores al promedio se ubicaron la línea E, con un 190% más de pasajeros pagos que en 2021, y la línea D, con un 152%. Completan el cuadro la línea C, con un 143%, la línea A con un 141%, la línea H con un 130% y la línea B con un 129%.

No obstante esta notable recuperación, las cifras de pasajeros pagos transportados del Subte continúan notablemente por debajo de la prepandemia: si bien 2022 puede ser considerado un año de restablecida normalidad, las cifras se ubicaron un 32% por debajo del 2019, el último año previo a la crisis del COVID.

Al igual que en el caso anterior, el impacto de la caída en comparación con 2019 varía sensiblemente según la línea. Las mayores caídas se dan en las líneas B y D (-36,5% y -35,5%, respectivamente), mientras que las líneas A y C sufrieron disminuciones en torno al 30% (-29,6% y -30,8%). Las menos afectadas fueron las líneas E y H, que tuvieron caídas del 17,7% y del 26,8%, respectivamente.

Razones de una recuperación a medias

Pese a que el virus del COVID parece ya un asunto del pasado, ningún modo de transporte urbano se ha recuperado plenamente aún del impacto de la pandemia.

Sin embargo, la distancia entre las cifras de la prepandemia y la pospandemia es más pronunciada en el Subte que en cualquier otro caso. Esto induce a evaluar la posibilidad de que existan factores específicos que hagan más difícil la recuperación de pasajeros en el caso del Subte.

Más allá de la cuestión sanitaria, un factor que puede contribuir a explicar esta situación es la brecha que separa los valores de los boletos de Subte y colectivo. 

Durante buena parte del año pasado la tarifa del Subte era de $30. Ese valor se incrementó en septiembre a $42, precio que se mantuvo hasta febrero de este año.

Amén de que se trata de valores que, medidos a precios constantes, se encuentran por debajo de los promedios históricos, lo cierto es que se trata de cifras bastante por encima del boleto de colectivo vigente en el momento: hasta agosto del año pasado la tarifa oscilaba entre un mínimo de $18 y un máximo de $23 -el Subte costaba $30- y desde allí hasta fines de diciembre el valor fue de $25,20 para el mínimo y $32,20 para el máximo -la tarifa del Subte se ubicaba en $42-. Este aumento, cabe recordar, fue el primero después de tres años y medio de congelamiento: en el mismo lapso, la tarifa del Subte había sido revisada seis veces al alza.

Aún con los actuales aumentos mensuales indexados por el IPC del boleto de colectivo, las tarifas siguen por debajo de las del Subte: van de $42,68 a $58,52, mientras que el Subte cuesta $67.

Esta brecha, desde ya, no es nueva: el desacople de las tarifas de Subte y colectivos ya lleva más de una década y data de la transferencia del Subte a la Ciudad de Buenos Aires. Hasta entonces, la tarifa de la red estaba atada al mínimo de colectivo, con lo cual viajar en Subte resultaba no sólo más rápido sino más barato, especialmente si se trataba de distancias largas.

No es esta, desde luego, la única razón. Otros factores que, en combinación con lo anterior, pueden ayudar a explicar el fenómeno son el crecimiento de los desplazamientos en bicicleta, especialmente para recorridos cortos, -algo que se ha visto beneficiado con la ampliación de la infraestructura dedicaday el impacto del teletrabajo, que en numerosas actividades ya es parte de la dinámica laboral habitual y no sólo un mecanismo de emergencia.

A su vez, tampoco puede desdeñarse el impacto de las afectaciones al servicio por obras: por caso, durante el año pasado vieron afectado su normal funcionamiento durante meses las líneas A y D por obras de señalamiento, que actualmente continúan desarrollándose aunque sin que sea necesaria una limitación del horario.

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